Alma máter

Siempre te tuve como un amor secreto. Te veía imposible, platónica, y lejos de saber lo que era estar contigo. Desde temprana edad, escuchaba las grandes voces hablar de ti; lo que representas, lo que egresabas, las experiencias que dabas, las grandes u obscuras historias que guardabas y que con el pasar del tiempo sigues creando.

A decir verdad, nunca te tenía como norte. Mis similares sabían de ti, querían tomar tu mano y que le brindaras un universo. Pero comencé a estar consciente de la realidad que quería vivir, y a partir de ese momento coloqué una foto tuya en la parte trasera de mi puerta. Pero como dije, te veía irrealizable, inconcebible e inasequible. En tanto que mis similares llegaban al edén que obsequiabas y se enlazaban como si su vitalidad dependiese de ello, yo esperaba la más mínimas de las grietas por donde filtrar las ganas de estar contigo, sin contar que ese pequeño orificio se hacía más diminuto con el pasar de los días. En pocas palabras, tenía miedo de no lograr estar para ti. Tanto fue la ilusión que de no haber logrado estar a tu merced mi vida hubiese perdido todo el sentido. Pero las metas y los sueños están para lograrse y cumplirlos. Y pisar tu casa era el mejor sueño que tenía.

Una vez que tuve la oportunidad de acariciar tus grandes espacios, me perdí en una gama infinita de ecosistemas, de ambientes y sonrisas que estaban atónitas con tu hospitalidad. Si no era un cálido clima, era un helado pero abrazador tiempo. Asimismo, en la infinitud de un reloj de arena, te conocí más a profundidad, llegué a tus lugares más íntimos. No solo sabía más de ti sino que descubría lo que yo era, y lo que quería ser. En soledad y en compañía me enseñabas lo que realmente es disfrutar el silencio y el ruido. Me enseñaste lo que es valorar si la necesidad de perder primero, y que hay conexiones que nunca se rompen.

Sin embargo, como toda madre, te importa que tus hijos se sientan bien, que puedan alimentarse y sentir comodidad aunque tengas a toda Troya ardiendo en fuego; aunque tengas a Pompeya hundiéndose en lava, y aunque la isla se hunda lentamente, sigues mostrando la mejor versión de ti. Al entender eso, quise buscar en tu pasado y saber lo que acarreabas. Siempre fuiste hermosa, por dentro y por fuera. Pero no fue el tiempo lo que te mostraba cada día más débil, fue esa sombra humanizada que te mantenía atada en momentos cruciales pero con toda categoría te zafabas de la desidia que buscaba aplacarte.

Sé que duele albergar nuevas almas cuando tienes parásitos aun dentro de tu organismo. Pero mi pequeño consuelo es saber que a muchos todavía nos importas entre tanta penumbra. Me gustaría verte reluciente, como en tus mejores momentos.

Desde que me abriste la puerta de tu casa fue una paz la que albergué dentro de mí. Desde que comencé a apreciar la habilidad y tarea de escribir todo lo que pudo hacerme feliz o bajara mis ánimos en una hoja, te dedicaba un instante de mi presente.

Eres más que el reflejo de un país, eres el planeta tierra. Te crearon con amor, con miras a mejorar el futuro de muchos, esperabas crear y que te retribuyan pero solo son pocos los que agudizan un sentido de pertenencia real. Me duele saber que te lastiman, que te quiebras por el peso de una sombra llena de corrupción e irresponsabilidad. Pero contra la corriente siempre hemos avanzado, y pocos son los amores que se mantienen de verdad, y contigo siempre será así.

Para: Universidad Central de Venezuela

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